Aún nos paseamos desnudos sobre nuestras pieles como si fuera
un desquite feroz de la vida
que nos ha pasado y que pasará.
Esa noche hermosa
- frío en la calle -
ardían nuestras paredes
en una eternidad diminuta
en un tren de órganos
parecía nunca encontrar andén y bajar.
Quizá una pedrada
trizó lo que esperabas
- lo que esperaba-
Estalló en cristales desparramados
en el río
en un rompecabezas indescifrable.
Aún nos gobernaba la tibia lluvia
de ambos en ambos.
Apareció como un ramalazo
una vereda oscura
- huir-
entender cruzado
que equivoca
hiere sin voluntad.
La república del silencio
aferra y aterra.
Nos unió volar
tocarse sorprendidos
gozar.
Aquella refinada posibilidad de
"ver las cosas como si fuera por primera vez".
El derrumbe:
quizá
nunca más.
No aparecí
ni claro
ni confundido.
Entendiste: "que no se me notó".
Puse una canción
cuando cabían más bien
mil besos repetidos
en cualquier formato agradecido.
Confieso golpeado: necesito de ti otra vez y otra más.
Bramo ser bestial, dulce,
susurrante
-allí en tu tibio andén-
temblando, tierno, fiero.
Declaró abandonar el reclamo
me tiendo en el tiempo
zarpo
redimido
crecido
lengua a lengua
día a día
hasta dar con la muerte del silencio.
Aclaro el agua que pudo aturdir.
Despliega lo que quede
de arteria viva
para pulsarla
en ese ritmo acompasado
que encontramos
rugiendo
aturdidos
respirando frente a frente.
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